Comparto con ustedes recuerdos que tengo de mi infancia hasta la edad de trece años, cuando llegué a los barracones de La Vara en octubre de 1948. Meses después se empezaron a trazar los primeros cimientos del pueblo que tiempo después supimos que sería conocido como Valdelacalzada. 

Nací en Castuera de la Serena un 16 de septiembre de 1935. Cuando empezó la Guerra Civil tenía un año; cuando terminó, cuatro. No es edad para recordar nada, pero años después, cuando yo tenía 8 o 10 años, todavía no disponíamos de radio ni televisión, en muchos casos ni luz eléctrica, y en esas largas noches de invierno fui testigo y escuché muchas conversaciones a los mayores referentes a los acontecimientos bélicos que tanto se prodigaron en los años que duró la contienda.

El pueblo de Castuera sufrió mucho durante el tiempo que duró la Guerra Civil, pues a tres kilómetros del pueblo estuvo instalado durante todo ese tiempo un campo de concentración en el que hubo muchos militares mientras duró la ocupación.

Por este motivo, el pueblo fue muy castigado por bombardeos del bando contrario. Después de pasados 15 o 20 años, podían verse en algunas calles casas derruidas por las bombas que caían casi a diario.

Recuerdo, por conversaciones de los mayores, que un tío mio, hermano de mi madre, murió en la puerta de la escuela con doce años de edad en uno de los muchos bombardeos que el pueblo sufrió mientras duraron los ataque aéreos. Cuando se aproximaba la aviación sonaban las sirenas y los maestros retenían a los niños en las clases hasta que pasaba el peligro. Mi tío se asustó y se fue para casa y, justo en la puerta de la escuela, en la calle cayó una bomba y un trozo de metralla le dio en el cerebro y murió en el acto.

Sigo con recuerdos de conversaciones de los mayores que comentaban que, mientras duró la Guerra Civil, mi abuelo materno Luis tuvo que cuidar 25 mulas de hijos y yernos que estaban en el frente, unos en un bando y otros en otro. Como sucedió en muchas familias de toda España, mi abuelo también cuidó de aperos de labranza, cereales y todo lo relacionado con las labores agrícolas. Las fuerzas de ocupación requisaban para el ejército todo lo que encontraban a su paso.

Otro recuerdo es oír a mi madre contar que, mientras duraron los bombardeos, se iba todos los días a la boca de un refugio antiaéreo y allí nos cogía a mi hermana y a mí en brazos. Mi hermana tenía dos años y yo cinco. Se llevaba una hornilla de carbón y allí hacía la comida como podía.

Otro de mis recuerdos, de cuando yo tenía 8 o 9 años y hasta los 13 que llegué a los barracones de La Vara en octubre de 1948, es que hasta meses después de estar allí todavía no figuraba que el nuevo pueblo se llamaría Valdelacalzada.

Por aquella época, en los pueblos, todavía existían muy pocos camiones y los ayuntamientos como el de Castuera, en algunas épocas del año, requisaban a los agricultores que tenían carro. Entre ellos estaba mi padre, para transportar materiales de construcción destinados al arreglo de calles y plazas en el pueblo. Mi padre me llevaba a Quintana de la Serena con el carro cuando iba a por materiales para el ayuntamiento, tal vez para darle compañía o ayudarle en algunas cosas. Otra cosa que yo vi es cómo mi padre subía con el carro de la estación de Castuera vagones de naranjas a los almacenes sin cajas, a granel. Paraba el carro en la puerta del almacén, soltaban la bolsa y las naranjas rodaban por la calle. ¡Qué diferencia con lo que tenemos hoy!

Otra de las cosas que yo presencié en esta época es ver entrar en casa a un grupo de agricultores a cobrar el importe del trigo que previamente habían entregado en el Servicio Nacional del Trigo. A mi padre le daban una lista de nombres y cantidad de dinero; él daba a cada uno el importe que, previamente, iba en la lista. ¡Cómo cambian las épocas! Cuando recuerdas estas cosas en la era de la informática y la mecanización de los bancos, parece que esto nunca sucedió.

Historia del teléfono en Valdelacalzada
La primera centralita fue regentada por Mercedes Almendros de los años 1959 a 1965. Por aquellas fechas, todavía no teníamos teléfonos en las casas y teníamos que pedir conferencia, lo cual casi siempre tenía una demora entre 2 y 4 horas. Yo vendía insecticidas y hacía tratamientos. Me servía una empresa con sede en Mérida; con una distancia de 40 minutos en coche, tenías que esperar 4 horas para la conferencia. El problema es que coches tampoco teníamos por esa época.

Poco después pusieron teléfonos particulares al que lo solicitó. Yo, hasta que llegó el automático, tuve el número 35. Cuando recuerdas esto y estás a día de hoy disfrutando de la telefonía móvil actual, a los que vivimos aquella etapa y hoy disfrutamos de la informática y telefonía actual nos parece que aquella época nunca existió.

Y puestos a recordar, explicaré para los que no lo vivieron, pues ya han pasado 67 años de lo que les voy a decir, algo sobre la ubicación del pueblo de Valdelacalzada: está ubicado el término en 4 o 5 fincas, pero dos eran las que disponían de más extensión. La primera de ellas, La Vara, era la de mayor superficie. Eran más de 5000 hectáreas desde la margen del río Guadiana hasta la línea de ferrocarril Madrid Badajoz, unos 7 kilómetros de longitud.

En aquellos días de octubre de 1948, en esta inmensa llanura de tierra, las lindes y mojoneras se veían bien delimitadas por donde iba cada finca. Por la parte este, dirección Norte-Sur justo por la ronda actual y la parcela de Diego Domínguez, hacían linde La Vara con El Condado, así todo el polideportivo y la urbanización de la parcela de Toñete están en lo que fuera la finca del Condado. Por la parte oeste la otra linde de la Vara pasaba junto al Cortijo viejo junto a la Calzada Romana y la Rueda de Santisfolla.

Juan Dominguez, febrero de 2016.

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